miércoles, 30 de septiembre de 2009

DON GARCIA DE TORRES - FUNDADOR DE LA ESTIRPE




Constituye don García de Torres el primer eslabón del linaje de los Torres de Santa Cruz de la Zarza, debió nacer alrededor del año 1515 y tenemos noticia de su naturaleza santacrucera por la referencia que a él se hace entre otros, en un padrón de estado, confeccionado sobre el año 1540 por don Juan Cano, presbítero de la parroquial del Señor Santiago de dicha Villa; en él se menciona a otro pariente suyo, Juan de Torres, habiendo contraído ambos matrimonio en dicha fecha. (AHN-OM-Caja96-nº7)

El patronímico García en el linaje de los Torres, fue muy utilizado por los fundadores de casas solares en territorios sorianos, conquenses y toledanos, lo encontramos por ejemplo, durante el siglo XV, en don García de Torres, alcaide de Medinaceli, a su vez, señor de Renales, Alaminos y Torrecuadrada, caballero del linaje soriano de los Torres (su hermano era el afamado don Juan de Torres, alcaide de Ponferrada), que compró dichos señorios a don Alonso Carrillo de Acuña, futuro Arzobispo de Toledo, trocandolos su hijo Ruy Sánchez de Torres, por instigación de su tío y suegro don Juan, el 12 de mayo de 1508, a cambio de la villa de Almenara, más relevante para los intereses de este linaje soriano. No obstante, Aldara de Torres, pronto viuda de don Ruy, y tutora de sus hijos García y María, pleiteo a causa de esta venta, con Fernando de Silva, cuarto Conde de Cifuentes, hasta que la Chancillería de Valladolid dio su sentencia favorable al Conde, el seis de agosto de mil quinientos cincuenta y uno (OSUNA,Legajo 3329, Sección Nobleza AHN).

En Uclés, también fundo casa solar otro García de Torres, alcaide de Cifuentes, que contrajo matrimonio en dicha villa, con doña Inés Gómez de Castro, a los que heredo don Alvaro de Torres, doncel del Rey don Juan II y tronco del linaje de los Torres que aún permanece en esta villa. Se extendió este linaje por poblaciones limítrofes, como Fuente de Pedro Naharro, Fuentelaencina, etc mediante matrimonios con otros linajes como los Moya, los Castro, los Orozco, los Mexia, los Pareja, siendo comendador de la villa de Santa Cruz de la Zarza, don Juan Fernández Pareja. Ostentaban el privilegio de conducir el pendón llamado “Torres de Castilla”, con el cargo de Alférez Mayor. Un descendiente de don García, caballero de la O.M. de Santiago, dejo constancia de la prosapia de este linaje, costeando una lapida en la Capilla-panteón de la Iglesia-convento del Carmen de Uclés, en ella manifestaba ser VIII nieto de don Álvaro de Torres doncel del Rey don Juan II; X nieto de don Diego de Torres, hermano de don Gutierre de Torres, que tomo Antequera, hijos ambos, de don Carlos Díaz de Torres, hermano del Cardenal don Pedro de Torres, obispo de Plasencia y Notario Mayor de Castilla con don Enrique III. VIII nieto de don Lope Vázquez de Acuña, Señor de Buendía y Duque de la ciudad de Huete por el Rey don Enrique IV, hermano de don Alonso Carrillo, Arzobispo de Toledo y resobrino del Cardenal don Gil Carrillo de Albornoz, fundador del Colegio Mayor de San Clemente de Bolonia.

DON MIGUEL PABÓN - Caballero del hábito de San Juan de Jerusalén





Don Miguel Pabón y Toboso, nació en 1624, era natural de Santa Cruz de la Zarza, e hijo de Juan Pabón y Maria Ximenez, pariente de Maria Pabón, madre de Sebastián de Torres, y hermano de Lazaro Pabón, Alcalde Ordinario por el Estado Noble en 1690. Ofició el bautismo en la Parroquia de Santiago de dicha villa, del nieto de su hermano Lorenzo, don Alfonso Haro y Lodeña y Chacón y Pabón y Frias, que profesaría como religioso en la O.M. de Calatrava en el año 1711.

Una vez alcanzado el grado de Bachiller, profesó alrededor de 1656, como religioso de la Orden de San Juan de Jerusalén, certificando su ingreso en la misma, el reverendo Baylio Fray don Michael des Olix. Fue comisario para la probanza de don Miguel Pabón, don Felipe de Torres, religioso del hábito de San Juan y Prior de la Iglesia de san Juan de Letrán en la ciudad de Toledo. Alcanzo el cargo de Prior de San Gil de Huete y pasados los años regresó a su lugar de nacimiento teniendo últimamente su residencia en la colación de san Miguel concretamente en la calle mayor, viviendo de algunas canonjías y frutos de los bienes que le restaron después de fundar un vinculo a favor de su hermano Lorenzo, que lo manifiesta en documento publico en 1695, refiriéndose a otro instrumento signado ante don Miguel López del Castillo, caballero de la O.M. de Calatrava y del Consejo de Su Majestad, así como su Alcalde de Casa y Corte, el trece de febrero de mil seiscientos setenta y cinco.




(AHN/1.3.4.5.95.1.1.2//OM-SAN_JUAN_DE_JERUSALEN,EXP.25685) y (AHPT/P.10386)

martes, 29 de septiembre de 2009

JOSÉ APARICIO ORDOÑEZ - Fiscal del Consejo de Castilla


Palacio renacentista de Brias (Soria). El Obispo Juan Aparicio Navarro lo construyó en el siglo XVII,  simultáneamente a la gran iglesia barroca,  finalizando sus obras en 1694, como casa de mayorazgo. Hoy el palacio ha sido perfectamente restaurado recuperando su belleza original



Iglesia de San Juan, finales del XVII. Escudo del obispo Juan Aparicio Navarro

José Aparicio y Ordóñez, natural de Gumiel de Izán (Burgos), era sobrino de D. José Aparicio Navarro, del Consejo de Su Majestad, Obispo que fue de Astorga entre los años 1708 y 1723 y de su hermano don Joaquín, abad de San Guillermo de Peñacorada y Canónigo de la Catedral de León (ambos enterrados en el Convento de Sancti Spiritus de Astorga). Este último testó a favor de 5 sobrinas: Francisca y Juana de Aparicio Ordoñez, monjas en el Convento de la Concepción de Ayllón; de Dª Catalina y Dª Manuela, hermanas de las anteriores, religiosas en el Convento de la Concepción de La Bañeza y Mª Adrea Aparicio Ordoñez. Tras examen y disposiciones sobre sus cuentas pendientes D. Joaquín instituyó herederos a sus sobrinos,  José Aparicio Ordoñez, que nos ocupa en esta biografia, y Carlos Aparicio Ucedo.


Patio del Palacio de Aparicio Ordoñez

Son muchos los parientes religiosos de D. José Aparicio Ordoñez: don Juan Aparicio Navarro, obispo primero de Lugo y después de León, a finales del siglo XVII, tío tambien de D. Carlos, y los sobrinos de don José y don Miguel Martínez Aparicio, Chantre y Canónigo respectivamente de la Catedral de León; y don Joquín Aparicio Uceda, abad de Foncebadón y también Canónigo de la Catedral de Astorga. En aquel momento José Aparicio Ordoñez era Colegial Menor de Salamanca y Carlos Aparicio Ucedo lo era en Santa Cruz de Valladolid.

D. José Aparicio ostentó los cargos de fiscal criminal de la Chancillería de Granada, dos fiscalías (21.04 y 15.06.1738), también fue oídor de la misma con fecha 16.01.1743, regente de la Audiencia de Zaragoza el 22.01.1749,  fiscal del Real Consejo Supremo de Castilla (20.04.1751) y Consejero de aquel en 20.06.1754.

Fue muy alabado por D. José de Rojas y Contreras, Marqués de Alventos, en su Historia del Colegio Viejo de San Bartolomé, de la Universidad de Salamanca, del que fue colegial y catedrático, etc., falleció el 22 de mayo de 1766.

NOTA: Durante el gobierno de Carlos III, en los enfrentamientos entre tomistas y jesuitas, José Aparicio Ordóñez, Andrés de Valcárcel Dato, y el conde de Troncoso fueron calificados de jesuítas.

ANTONIO Y VICENTE DE TORRES Y DE UZETA - Héroes del 2 de mayo




Don Mauricio Antonio de Torres y Uceta, nació en la Villa y Corte de Madrid, en el domicilio paterno de la calle del Peñón, el día 22 de septiembre de 1790. Recibió el bautismo en la Parroquia de los Santos Justo y Pastor, donde contrajeron matrimonio sus padres, siendo su madrina Dª. María Antonia González Villamía.

Tenía Antonio, en 1808, diecisite años cumplidos y transcurría sin mayores sobresaltos la vida cotidiana de su entorno familiar (él era el segundo hijo varón del hidalgo don Juan de Torres y Martínez de Ocaña, el cual había contraído segundas nupcias, con María de Uceta y Martín de Eugenio. Tuvieron tres hijos varones, Vicente, nuestro Antonio y Jerónimo. Al enviudar de don Juan en 1795, María contrajo nuevo matrimonio en 1797, con don Francisco de León), hasta que la trágica mañana del lunes dos de mayo marcarían su destino para siempre.

Esa mañana de lunes, él y dos de sus hermanos (Vicente, tres años mayor y una hermanita), al pasar por una travesía de las que rodean la Parroquia de los Santos Justo y Pastor, vieron venir a una multitud desordenada, que procedente de la Plaza de la Villa, casi les arrolló, empujándoles en dirección a la Plaza Mayor. Tratando de impedir que la masa los separara e ignorantes de lo que se preparaba en el centro de la capital, se apresuraron en dirección a la Puerta del Sol. Pero al llegar a la plaza, advirtieron que también allí se combatía. Resueltos a proteger a su hermanita de corta edad, echaron a correr en dirección al edificio que más amparo parecía proporcionarles, la Iglesia del Buen Suceso, la cual, situada en uno de los extremos de la Plaza, en la confluencia de la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, parecía un buen refugio. Antes de llegar al edificio Antonio se hizo con el sable de uno de los franceses que yacía en el ensangrentado pavimento de la Plaza y se introdujeron en el interior del Templo, El intrépido Antonio, al que secundaba su hermano, sujetó e inmovilizó a la pequeña con su faja a una celosía de hierro, en el sitio más seguro e inaccesible que pudo encontrar y sable en mano, se dispuso a defender el acceso a este lugar, (que según él señalaba, estaba en lo alto del tramo de una escalinata).


Portada del nº 15 de la publicación "Madrid Histórico", conmemorativa del Bicentenario del 2 de Mayo, donde se recrea la heróica participación de los hermanos Antonio y Vicente de Torres

Siempre se refirió, que la iglesia había sido defendida, entre otros, por “los Torres” y que con valor y arrojo, en compañía de otros madrileños, combatieron contra los franceses. Cuando los soldados abandonaron el lugar, Antonio y su hermano, que estaban entre los supervivientes, desataron a su hermanita y escaparon de allí. Mas tarde, apagados ya los tristes ecos de la sublevación, Antonio supo que estaba siendo buscado activamente por los franceses, pues la posesión del protector sable, le hacía reo de sedición según el bando que hizo público Murat. No tuvo más alternativa que aquella misma noche, abandonar secretamente Madrid despidiéndose de su madre y hermanos.

También su prima, Dª. Josefa de Torres y su esposo el insigne calígrafo don Torcuato Torio de la Riva, tuvieron que abandonar la Villa y Corte con tres de sus cuatro hijos. Sabemos por un testamento otorgado en Madrid, en el año 1811, que su hijo mayor Marceliano, que estudiaba para eclesiástico, estaba como él, en paradero desconocido desde hacía al menos dos años.

Antonio de Torres, terminó arraigándose a partir de 1812 en Villena (Alicante), como queda atestiguado en el “Padrón General para Vecinos Forasteros” recogido en el año 1825. Allí contrajo matrimonio con la villenense Isabel Gadea Rubio y fijo su domicilio permanente en el nº 11 de la Plaza de Sta. Maria.

ANTONIO TORÍO Y TORRES - Caballero de la Real Orden de Carlos III




Don Antonio de Padua Eustasio Luís Francisco de Paula Torcuato José Marcelino Camilo Torio y Torres, nació en Madrid el día 20 de Marzo de 1798 y fue bautizado en la Parroquial de San Martín de la Villa y Corte el día 2 de abril de dicho año. Era hijo del Insigne Calígrafo don Torcuato Torio de la Riva y de doña Josefa Juliana de Torres y Martínez –Hidalgo.

Desde su tierna infancia ayudaba a su padre en sus muchos trabajos literarios y estaba acostumbrado al trato con personalidades y prohombres de la sociedad española de la Ilustración, (su padre era miembro activo de una de las muchas Sociedades Económicas de Amigos del País). Sus dos hermanas mayores Catalina y Camila casaron con personajes de la Administración Pública, uno del Supremo Consejo de Hacienda y otro procurador de los Reales Consejos. Él, alcanzó el cargo, entre otros, de Secretarío de la Cámara de Gracia y Justicia y del Real Patronato de Aragón, que al parecer mantuvo hasta su cesantía (1869-1876).


Su máximo logro fue, ser honrado en el año 1829, con el nombramiento de Caballero Supernumerario de la Real y distinguida Orden de Carlos III . Cultivó la amistad de varios miembros del Consejo de su Majestad, don Joaquín Fernández Company, don José Beratarrechea , don Manuel Ortega Ercilla, Don Mariano Robledo García. Tenia su residencia en la calle del Carmen, nº9


Arbol genealogico de D. Antonio Torío y Torres

Nombrado Secretario del Consejo de las Ordenes Militares se le menciona como tal en el año de 1833. Fue subscriptor para la ejecución del Canal de Isabel II con 8.000,00 reales. Por Ley de 28 de junio de 1857, le fue expropiada su vivienda por causa de la ampliación y embellecimiento de la Puerta del Sol

Compartió publicaciones con su hermano Marceliano, presbitero, que fue socio de número de la Real Sociedad Patriótica de la ciudad de León,  y Catedratico del Seminario Conciliar de San Froilán de la expresada ciudad.

Antonio Torío y de Torres fue distinguido por Su Majestad con la Orden de Carlos III, establecida por este rey en 1771, con la finalidad de condecorar a aquellas personas que se hubiesen destacado especialmente por sus acciones en beneficio de España y la Corona. Desde su creación, es la más distinguida condecoración civil que puede ser otorgada en España.

Fue citado como “calígrafo benemérito” por D. José Francisco de Iturzaeta en su Colección de los Alfabetos de Europa (1833), lámina 32, en que nombra a otros contemporáneos suyos.


TORCUATO TORÍO DE LA RIVA - del Archivo de la Staría. de Estado y del Dcho. de la Guerra en el Departamento de Indias


Reseña redactada 
con motivo del 250 aniversario de su nacimiento


Nacía don Torcuato Torío y Herrero en la localidad de Villaturde (Palencia) el 1º de abril de 1759, el mismo año en el que S.M. Carlos III, dejando su reino de Nápoles, arribaba a la Península para gobernar el inmenso Imperio Español, en su programa político colocará en lugar preeminente la empresa de dotar de un manifiesto carácter reformista e ilustrado a la tradicional Monarquía española. Programa, que mediante el ejercicio del despotismo ilustrado suponía una de las aspiraciones naturales de toda gran potencia occidental durante la segunda mitad del siglo XVIII.

Era Torcuato el único hijo varón del cuarto matrimonio del hidalgo don Torcuato Torío y de la Riva con doña Isabel de Herrero y Fernández, vecinos de Villaturde, nieto a su vez de don Manuel Torío y Sánchez y de doña Catalina de la Riva y Villegas, hidalgos naturales de la villa de Grijota (Palencia), donde su abuelo desempeñó, entre otros, los cargos de Regidor por el estado noble y Sindico general. Durante su infancia, su padre le permitió trasladarse a Carrión de los Condes para cursar estudios de primera enseñanza y algo de latín. Una larga y grave enfermedad, que precedió al fallecimiento de su progenitor, le apartó momentáneamente de los estudios cuando solo tenía nueve años, estando por entonces ya muy adelantado en la clase de Sintaxis. La intervención de su tío don Pedro de la Riva, hacendado de la ciudad de Valladolid, logro vencer la resistencia de la madre y permitió que fuera llevado a su lado, para que continuase sus estudios en la Universidad de dicha ciudad.

En ella concluyó las humanidades y gano tres años de Filosofía, uno de Teología y tres de Leyes ó Jurisprudencia, que interrumpió al fallecer su tío en septiembre de 1776. Por aquellos años era ya general en Valladolid, su fama de buen trazador de letras, y se solicitaba su intervención en la ampliación de aquellos privilegios que requerían de particular esmero. Esta circunstancia le proporcionó el trato y amistad con el ilustre literato y gran erudito, don Rafael de Floranes, a cuyo lado se instruyó en historia, diplomática, antigüedades y archivos, considerándole como su mejor maestro y director, que le proporcionaría con el tiempo los profundos conocimientos paleográficos de los que siempre hizo gala.

A principios de 1779, el propio Floranes, le facilitó ir a la Corte comisionado para promover expedientes del mayor interés para la ciudad de Valladolid. Fue en esta época y sin desatender el cometido que se le había confiado, donde se perfeccionó teórica y metódicamente en su mayor inclinación, el arte caligráfico y ello por la dirección e intimo trato que tuvo con los Padres Escolapios de la Escuelas Pías, de quienes fue siempre apasionado admirador .

Conseguido satisfactoriamente el objeto de su encargo, contrajo matrimonio en Madrid, el día dos de septiembre de 1781, en la Parroquial de San Andrés, con doña Josefa de Torres y Martínez-Hidalgo, natural de Santa Cruz de la Zarza y nieta de los hidalgos don Manuel de Torres y López de la Cabeza, y don Sebastián Martínez-Hidalgo. El matrimonio con su mujer, de mayor estatus, dio a Torío considerable proyección social y profesional, que pronto se transformaría en una brillante carrera en la Villa y Corte. Josefa de Torres además de ser sobrina del fiscal del Consejo, Ordóñez; pertenecía por partida doble a una secular nobleza rural de la Mesa de Ocaña, y su influencia se dejo notar prontamente en la carrera de su esposo.


Memorial de D. Torcuato Torío de la Riva dirigido a S.M. El Rey


En el año 1782, tras una breve estancia en Valladolid donde ya se ocupaba de los privilegios de la Chancillería, fue solicitado por el Marqués de Astorga y Conde de Altamira, con el objeto de desempeñar la plaza de oficial segundo del archivo general de su casa y estados, alcanzado posteriormente la de oficial mayor y archivero interino, que desempeñó ininterrumpidamente hasta el año 1806. Además el marques le confió a Torío dada su aptitud, competencia y rectitud moral, la tarea de instruir a su primogénito el Conde de Trastamára . De la fructífera y sincera amistad que se estableció entre alumno y preceptor, es buena muestra la entrañable dedicatoria que precede su celebre obra “Arte de escribir por reglas y con muestras…”.

Su afán por adquirir conocimientos en las diversas ramas de la ciencia, fue en aumento desde que se estableció en Madrid. Procuraba la amistad y frecuente trato de los ilustrados más distinguidos, de cuyas conversaciones: “decía sacar más fruto en media hora, que de media semana de lectura”. Se dedicó al estudio y aprendizaje del francés, italiano y algo de ingles, le animaba a ello, el objeto de examinar por si mismo la teorías y métodos de los autores de otras naciones. Y aunque desbordado de quehaceres por los numerosos nombramientos que fue acumulando, también se matriculó en la Academia de San Fernando para la clase de matemáticas, que estudió con aprovechamiento bajo la dirección de don Antonio Varas.

Su trayectoria en la Administración de la España Ilustrada, da buena muestra de su valía, pues fue llamado a desempeñar los oficios de revisor y lector de letras antiguas (1786) , escritor de privilegios del Consejo y Cámara de Castilla (1802) escritor de privilegios del Consejo y Cámara de Indias (1803), y mediante Reales Cédulas de 12 y 30 de octubre de 1802 y 8 de mayo de 1803, vocal de la Junta Central de Primera Enseñanza así como examinador de maestros de Primeras Letras (1806) y revisor de firmas y letras sospechosas (1807) . También fue académico de número de la Sociedad Económica Matritense. Tenía por aquel entonces su residencia en el número 11 de la calle de la Madera baja, y de su matrimonio con doña Josefa de Torres, habían nacido ya cuatro hijos: Marceliano, Catalina, Camila y Antonio.

En su faceta como ilustrado y sin menoscabo de su indudable categoría como calígrafo, que le coloca entre los más insignes de nuestra historia, podemos atestiguar que su perfil intelectual fue corolario de una erudición poco común en su época, lo que le hizo destacar por sus conocimientos e instrucción en varias materias. Son buena prueba de ello y ampliamente difundidas en su tiempo, sus traducciones de obras morales de autores extranjeros, así como la creación de interesantes y amenas obras literarias, que versaban sobre diversos temas relacionados con la caligrafía, docencia, y consejos morales. Una muestra de su ascendiente en el importante campo de la enseñanza, que el despotismo ilustrado contemplaba como parte integrante de su entramado reformista, nos lo brinda la preparación de su: “Ortología y Diálogos de caligrafía, aritmética, gramática y ortografía castellana…”, que según la Gaceta de Madrid, tuvo el honor de presentar ante SS.MM.y AA. en abril de 1801. Contó en esta obra además, con la aprobación y mecenazgo de don Gregorio García de la Cuesta, Gobernador del Consejo y Capitán General de Castilla la Nueva y sobre todo, de don Andrés López de Sagistizabal, Brigadier de los Reales Ejércitos y Director General del Real Seminario de Nobles, lugar donde se instruía según el método de Torio, establecido ya con su admirable y ya aludido”Arte de escribir por reglas…”.

Éste y otros muchos meritos impulsaron a S.M. don Carlos IV, en Real Orden de 31 de enero de 1801, a que dicha obra de Torío. Arte de Escribir, se tomase y siguiese ahora, en todas las escuelas, universidades, seminarios, academias, colegios y comunidades del reino, lo que reportaría inmensos beneficios a su autor, beneficios que quedan empequeñecidos ante la categoría y valor de su excelente obra, cuya explicación y contenido, muchas veces erudito, están eficazmente desarrollados mediante la conjugación de un lenguaje esmerado, y una exposición amena y sistemática.

Revela su hijo Marceliano, en un breve texto biográfico, que cuando Torío llevaba muy adelantado un tratado sobre Taquigrafía, acaecieron los aciagos sucesos del dos de mayo de 1808, y como consecuencia de tan luctuosa jornada, tuvo que abandonar por primera vez, su casa, destinos y ocupaciones . Pero tras los venturosos sucesos de la batalla de Bailén y una vez evacuada la capital del reino por los franceses, regresó con el propósito de dedicarse de nuevo a sus funciones. El hecho de que Torío se distinguiera como un fiel español, durante el periodo de tiempo que transcurrió entre la victoria de Bailén y la rendición de Madrid a los franceses, (julio a diciembre de 1808), provocó que tuviera que marcharse otra vez para librarse de la persecución que sus servicios, “eminentemente patrióticos”, le acarrearon por parte de las fuerzas de ocupación.

A principios de 1811 y fruto de los vaivenes a que se vio sometida la Capital, con constantes entradas y salidas de tropas y gobiernos de uno y otro bando, sabemos que Torío volvía a residir en Madrid. Allí otorgó testamento juntamente con su esposa doña Josefa de Torres el día seis de febrero de dicho año, más tarde, en agosto 1812, tras la derrota francesa en Arapiles y la nueva entrada del ejercito aliado en la Villa y Corte, se le dio brevemente el cargo de Secretario de la Junta Interina de Administración y Gobierno de la Hacienda Pública, cuya plaza desempeñó con aceptación general y absoluto desinterés desde el día 17 de dicho mes. Pero estos nuevos servicios significaron a la retirada de las tropas españolas, su última y más desastrosa partida, porque al abandono en que dejo a su casa y familia se añadió el de la confiscación de todos sus bienes. Al ser nombrado don Francisco Antonio de Góngora, Intendente General de Madrid, quiso éste, resarcirle de tantas adversidades y le propuso para Archivero de Rentas Generales y de la Superintendencia de Hacienda, haciéndolo según decía: “en prueba de lo gratos que le habían sido y eran sus servicios”. Siendo aprobada dicha propuesta por la Regencia del Reino, el 8 de noviembre de 1812.

Una vez restituido en el trono Fernando VII, decidió honrarle en septiembre de 1814 con el nombramiento de Oficial segundo del Archivo de la Secretaria de Estado y del Despacho de la Guerra, en el Departamento de Indias, concediéndosele en 1819 la dignidad de Oficial archivero de dicha Secretaria. Cuando su trayectoria profesional y la vitalidad de su físico, parecían prometer a Torío muchos más años de vida y triunfos, falleció súbitamente la noche del 28 de marzo de 1820, a la edad de sesenta años, once meses y veinte días, siendo inhumado en su parroquia de San Martín de Madrid .

Para finalizar se puede referir, que si bien su prematura muerte, por inesperada, privó a los que le conocieron de su integridad a toda prueba, trato afable y carácter franco, es indudable que no podrá arrebatarle las virtudes que le ornaron durante su vida, y que quedaron perpetuamente grabadas en la memoria de sus descendientes: Reunir a un mismo tiempo el espíritu de un autentico ilustrado, ejemplo de erudición para futuras generaciones y la dignidad de un hidalgo, al anteponer por encima de todo, en unos tiempos azarosos y difíciles, el honor y el deber para con su Patria.

martes, 1 de septiembre de 2009

MARCELIANO TORIO Y TORRES

Hijo de Dª Josefa de Torres y de Don Torcuato Torio de la Riva y  biógrafo de este último, era su primogénito y natural de Madrid , curso estudios y entro en religión profesando en el convento de San Felipe Neri de dicha villa, durante la Guerra de la Independencia se sabe que actuó en 1811, como comisionado del militar español de origen francés, don Carlos d’Espagne, a la sazón Segundo Comandante General de Castilla, y al mando de la reserva en la decisiva Batalla de Salamanca (1812) en la que el ejercito de Wellington decidió el curso de la contienda.

Una vez finalizada la guerra, Marceliano se incorporó como Presbítero secularizado de la Orden de san Agustín a la Cátedra de Teología moral en el Seminario de León. Alcanzando con el tiempo el rango de Vicerrector. Es autor de varias obras literarias.

Fue miembro, de la Real Sociedad Patriótica de la ciudad de León, se le encomendó el discurso anual de 1819, basado en las principales actas del ejercicio. Este discurso cierra un ciclo de una forma de trabajo que muestra un mantenimiento de objetivos durante la primera restauración absolutista, basados en el desarrollo agrícola, la educación y la atención a los pobres